viernes, noviembre 28, 2008
AFRENTA PAGADA (anécdota)
A don Nato, se le recuerda por sus graciosas “puntadas” que por costumbre solía cometer, se le recuerda como honrado, recto en sus actitudes administrativas, en fin, a pesar de su precario nivel cultural y académico, se le recuerda y eso, muy estimado amigo mío, eso es ya ganancia.
Corrían los días calurosos de abril cuando don José Gómez subía tranquilamente la escalinata que tiene la cualidad de sorprendentemente transformar en su personalidad a todo aquél o aquella que ose intencional, con todo el fervor de su ardiente corazón, subir diariamente por ese sitio y acceder al recinto para a sus pies contemplar al pueblo.
Don Pepe acudía a la Presidencia Municipal para entrevistarse con don Nato y plantearle algunas inquietudes respecto a los linderos de los terrenos que ambos tenían en común, cosa sencilla, de esas veces que se dicen: “¡si mi amigo, usted no se preocupe, no hay problema!”.
Al cubrir la cuota de espera, lo hacen pasar con don Nato quien al ver al buen José le cuestiona su presencia invitándolo a sentarse. Don José, rechazando la invitación solo le hace saber que el asunto que lo trae es breve, así que le plantea la situación de los linderos en El Serranito esperando encontrar la solución a la sublime invasión que el uno hacia del otro, con el lenguaje pausado, recto y amigable, don José expresa su desconcierto ante los hechos pues él considera que la amistad entre ambos es lo suficientemente fuerte, añeja y respetuosa como para no llegar a un acuerdo.
Don Nato, que rascaba la punta izquierda de su bigote y miraba como mira aquél que desconoce al que conoce le dice: “Mira José, no puedes venir aquí así nomás y decirme eso, ora; pus yo te voy a consejar, cuando estés conmigo quítate el sombrero que no estás con cualquiera, tás con el Prisidente Municipal”.
Don José, indio al fin, decide orgulloso abandonar el recinto no sin antes expresarle su decepción por el amigo y le pide que olvide su visita, que él sabrá arreglar las cuestiones del lindero.
Al llegar a su casa, don José se desahoga con el mayor de sus hijos sobre lo que acababa de acontecer pero le hace notar que no desea una afrenta ni desquitarse por la humillación que ha recibido, así que le pide a su hijo Pablo no acrecentar la situación pues no se quieren problemas y mucho menos con el Presidente Municipal.
Pero el tiempo pasó y no curó aquél sentimiento en Pablo Gómez, sí, dicen que “el tiempo todo lo cura”, pero hay cosas que ni cura, ni borra, ni arranca, ni abandona en el olvido. Total, las circunstancias hacen que un día; cuando don Nato ya no era el mero mero, se encuentren los dos, solos en la sierra, sin testigos ni escritorios de por medio.
El saludo de Pablo fue con el puño derecho, y don Nato, sorprendido y medio mareado le dice: “¡caramba pablito, pus qué pasó, o qué no semos amigos!”, y el otro enfurecido le responde: “¡amigos madres!, y cuando me hable quítese el sombrero”.
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