lunes, abril 27, 2009

LLUVIA DE CADA TRES AÑOS


Cada tres años, como si fuese algo cíclico, un nutrido grupo de aspirantes suelen involucrar al sentimiento popular que desea ver realizados pequeños anhelos, adhieren al proyecto sectorial sutiles tintes desesperados de porvenir, de progreso, desarrollo y justicia; pregonando un gobierno de puertas abiertas.
Se colocan su uniforme, toman sus escudos de color y salen al campo de batalla. Por armas llevan frases, papel y tinta, hermosos y eufóricos discursos al viento, sus movimientos levantan polvareda; como queriendo impresionar al rival.
Son botines las paredes, los postes, los parabrisas, los árboles, las piedras y todo aquel espacio físico que pueda proyectar una frase, una imagen o un color.
Participan en este fenómeno algunos cientos de personas pero solo alguna decena obtiene claros beneficios. Situación curiosa, absurda, nos permite apreciar el desborde de pasiones, amistades distanciadas, vecinos disgustados, familiares resentidos y hasta romances concluidos.
De la noche a la mañana, surgen virtudes y florecen atenciones en personas indiferentes, antes cohibidas y hoy socialmente desenvueltas; saludan a todo mundo como si se tratara de viejos amigos. Al honesto le cuelgan gratuitamente favores, al no tan honesto le crean actos gloriosos y lo desnudan para cobijar al pobre. En un momento dado, inician unos y continúan otros, ropa ajena, patrimonios dudosos, historial negro e ideas renegridas, años de servicio y años de servirse.
Como esperada precipitación fluvial, las campañas políticas en nuestro pueblo también generan, como primavera en la floresta, un nuevo ambiente. Reverdece el ánimo -al menos de los candidatos y sus seguidores inmediatos-, se respira un optimismo social y se percibe un estado reconfortante equilibrado por las promesas de un futuro cercano que nunca habrá de llegar.
Me agradan las campañas políticas en mi pueblo, son excelente terapia que rompe la monotonía impresa por la cotidianidad, son escaparate oportuno de oportunistas, es magnífica plataforma para hacerse notar, para hacerse ver a la luz pública, para desahogarse de emociones reprimidas o contenidas; dispuestas a brotar desde lo más profundo de la humildad, del amor al prójimo y a su condición de subdesarrollado.
Me gusta, lo confieso, escucharle a mi pueblo expresar con emotiva sinceridad las peripecias, las dificultades y las acciones salomónicas de tal o cual candidato; siempre cierra su diálogo diciendo: ¡esos son los buenos!
Y para estar al día, hablemos de campañas.

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