Diciembre 27 de 1961, llega a la Procuraduría General de Justicia del Estado, una queja de una humilde vecina de Tamasopo pueblo, que es remitida a las nuevas autoridades entrantes en el mes de Enero próximo, el contenido describe el cuadro escénico de un Tamasopo visto y vivido por alguien ordinario: “… Ante Ud. con el debido respeto comparezco, ante Ud. a pedir garantías para mi hijo Olivo Romero, que a pedimento de Esteban Zamudio Regidor por rencillas personales mandó a los policías a aprehenderlo sin orden y éstos lo golpearon y está en la cárcel y mal herido por el Cabo Abraham Palomo que la hace de Comandante y se metió a la cárcel a acabarlo de golpear, Olivo andaba tomado la causa fue los bailes públicos que organiza la Presidencia cada 8 días con sonido en la mitad de la plaza con cantina toda la noche y mujeres de mala nota y lo acusan de supuestos delitos que no ha cometido, en estos lugares la Policía hace con la gente humilde lo que le da la gana.- Así señor Procurador en Ud. tenemos esperanzas que nos dé garantías y recomiende a estas autoridades se abstengan de cantinas y bailes para abrirse mayores desordenes…”
En respuesta nada más sencillo que, señalar que esos actos y actividades corresponden a la recién pasada administración, y que los bailes lo fueron pero sin venta de vinos y con finalidades altruistas, en cuanto a la presencia de damas, se trata de una versión mal intencionada divulgada y sazonada principalmente por algunos vecinos que vienen detestando cualesquier administración municipal debido a que no se les incluye dentro de las Planillas como Regidores. Personas tan impopulares que solo ven por sus intereses personales, enemigos del progreso; bueno, así los describen en su reporte informativo como respuesta a la Procuraduría General de Justicia en el Estado; incluso en otras demandas similares agregaban que la venta de licores era tal, que los policías municipales llenaban las celdas con tanto borracho, todo como parte de una estrategia económica pues cada preso al día siguiente cubría su respectiva multa; misma que debía ingresar a la Tesorería Municipal, y claro, desmentido por las autoridades en turno.
De paso, el sencillo oficio de la madre de Olivo Romero nos menciona una brutalidad policiaca sin control, fuerte, cruel y dura con los ciudadanos comunes y vulgares; más no así con el minúsculo círculo de tamasopenses que denotan actitudes influyentísimas.
Y bueno, el expediente del policía Abraham Palomo Piña nos indica que efectivamente, bien pudo ser cierto pues su idea de “justicia” se medía con la fuerza de músculos proyectada sobre la piel del desdichado que en sus manos caía.
Ahora bien, las quejas por los susodichos bailes no concluyeron, las nuevas autoridades recién entradas, continuaron con el negocio hasta que, nuevamente, se les pide informes específicos sobre ello, pero ahora por órdenes del Secretario de Gobierno del Estado.
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