viernes, enero 01, 2010

ATENTADO FERROVIARIO


Alberto J. Pani, destacado intelectual mexicano, partícipe en los gobiernos revolucionarios y posteriores, en sus apuntes autobiográficos editados por vez primera en 1943 y editados por tercera oportunidad por el Senado de la República en el 2003,narra con nostalgia como lo que muchos llamamos “suerte” o “destino” le mostró espléndidas sonrisas.

Dramáticos momentos a manos subversivas Pani experimenta, uno de ellos lo recuerda de esta manera: “Todavía voy a añadir, para terminar este relato, el recuerdo de tres de muchos incidentes, peligrosos para mí, que motivó mi labor ferrocarrilera durante el período preconstitucional. Vaya el primero, de vuelta de los Estados Unidos a donde fui para escapar del nombramiento de Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas que el Primer Jefe estaba empeñado en conferirme, prolongué mi viaje hacia el interior del país con el fin de inspeccionar el servicio ferrocarrilero en los territorios recientemente recuperados y cerca de San Juan del Río recibí un mensaje telegráfico de dicho Primer Jefe diciéndome que por estar mi mujer sumamente grave urgía mi regreso inmediato. No tenía más que una posibilidad de llegar pronto a Veracruz: embarcándome en Tampico. Al pasar por San Luis Potosí, el Gral. Obregón se oponía a que continuara mi camino por regiones que dominaban los hermanos Cedillo, no sometidos aún, pero acabó por admitir la urgencia de mi caso y me suministró un tren de trabajo, esto es, provisto de los elementos necesarios para reparar las vías y otro tren con una escolta. Emprendí la marcha con esos dos trenes en el orden que los he mencionado, procediendo al mío. Cada vez que se necesitaba reparar la vía, se paraban los tres trenes y yo recorría a pie la distancia que separa al que yo ocupaba del sitio de la reparación. Después de varios días de viajar así, con el fin de acortar dicho recorrido invertí en Tamasopo el orden de los dos últimos trenes, adelantando el mío al segundo lugar y retrasando el de la escolta a tercero. A los pocos minutos cruzaron sin novedad la alcantarilla de un thalweg los dos primeros trenes, es decir, el de trabajo y el mío y al pasar el tercero, que era el de la escolta y ocupaba ese lugar sólo desde hacía unos cuantos minutos, estalló una bomba que causó serios desperfectos materiales y mató a algunos soldados. Es presumible que la bomba me estaba destinada. Aún no habiéndolo estado me habría tocado si no altero, con casual y afortunada oportunidad, el orden de los trenes”. (Pani, 2003: 217-218).

Tamasopo, al igual que Cárdenas y Cerritos, fueron territorios dominados por “Cedillistas” y tenían el control de la vía férrea San Luis Potosí – Tampico; en su sección de la Sierra Madre Oriental, por tanto, es común leer de que los “revolucionarios” se la pasaban volando trenes en el tramo Tamasopo – Cerritos.

Obvio es, esa labor no la realizaban directamente los Cedillo, para ello tenían y mantenían a cabecillas locales que conociendo a perfección el terreno, se dedicaban a boicotear todo intento que según ellos atentara contra “la causa”. En lo que respecta a Tamasopo, el nombre de Pedro Izaguirre (a) “El Mayor”, ha traspasado la frontera del tiempo y sobrevivido hasta nuestros días, de él y la asociación Cedillista se resguardan con afecto, su nombre. De su obra; poco o nada.

De la narración de don Alberto J. Pani, llama poderosamente la atención no solo el atentado, también cuando menciona que “después de varios días de viajar así, con el fin de acortar dicho recorrido invertí en Tamasopo...”. Esta situación de varios días de viaje de San Luis Potosí a Tamasopo nos proporciona un panorama dramático del estado de las paralelas que eran mutiladas por los “Cedillistas” en su zona de influencia la cual concluía cerca de Tambaca. Sobre el sitio del atentado es presumible que se hubiese efectuado muy cerca del lugar conocido como “los sarros”, a escasos metros del punto marcado como kilómetro 468, paraje en donde la vía cruza un estrecho entre la columna inclinada de la sierra y la cercanía del profundo río; ideal para la emboscada “guerrillera” de los cabecillas locales.

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