viernes, enero 01, 2010

CANTARRANAS


El barrio de Cantarranas, ubicado al lado Oeste de lo que fuera el Ingenio de Agua Buena, es el auténtico origen demográfico de esta antigua y bella población. Verdad es que, se encontraba la Hacienda y anexos habitacionales para el personal de faenas propias, empero, eran habitantes temporales.

Cuando a finales del siglo XIX, la Sugar Company inicia su edificación material, el personal que laboraba arduas jornadas en el proyecto norteamericano se establece en rudimentarios caseríos de palma que la misma transnacional les proporciona a todos sus trabajadores; exceptuando el personal administrativo pues ellos se ubicaron en la Hacienda.

Su nombre obedece al ensordecedor sonido nocturno de los anuros que habitaban la superficie Este cercana al barrio naciente, terreno que albergaba una pequeña laguna en donde las ranas se resguardaban del constante acecho humano, de igual manera, se les encontraba en los canales abundantes que iniciaban desde “La Compuerta” y “El Sabino Ladeado” para atravesar estratégicamente el nuevo pueblo.

La pequeña y superficial lagunita se enriquecía constantemente del dulce líquido que gracias al nivel elevado de la vía férrea que transitaba por la ahora Avenida Del Trabajo desviaba a su cuerpo.

Cantarranas, auténtico barrio representativo del sector obrero-azucarero, en él, se establecen los primeros habitantes dependientes de la Sugar Company Río Tamasopo, en él, se consolida y se organiza la población; ésta, rodeada por canales de agua que abastecían a la factoría y a la pequeña congregación.

Su fundación se ubica a mediados de la última década del siglo XIX, cuando inician los trabajos formales del complejo industrial azucarero, varios frentes exclusivos que hasta la puesta del Sol detenían sus esfuerzos, estos frentes eran: la construcción de la “acequia grande” desde “La Compuerta”, el tendido de la vía del tren para trasladar la gramínea desde diversos puntos y hacia la estación en Pasquines para transportar la pesada carga tecnológica que habría de revolucionar la dulce industria y, la construcción del propio edificio para la fábrica.

Una vez concluidos los trabajos, el naciente barrio fue transformándose poco a poco, la visión de los norteamericanos al momento de satisfacer determinadas necesidades de la comunidad fue sorprendente, diseñaron enormes galerones de madera que fueron acondicionados como habitaciones; colocados de Este a Oeste y con una altura de más de un metro de la superficie para evitar los daños provocados por las constantes inundaciones. Cantarranas, desde sus inicios contó con baños y lavaderos públicos que fueron dispuestos sobre los canales de agua que lo atravesaban, estos fueron rudimentarios en su inicio; posteriormente se construyeron de concreto, los baños eran utilizados aún en la década de los setentas. De esa manera, aprovechando los canales de agua, resuelven las cuestiones sanitarias por los desechos humanos. Muy al estilo de la Ciudad de Tenochtitlan que igual, contaban con servicios públicos asentados sobre los canales que la cruzaban.

De igual manera, se establecieron tomas de agua potable públicas que provenían desde El Nacimiento.

La evolución del barrio se fue presentando gradual, primero, desaparece la pequeña lagunita que diera origen al sustantivo que hoy pregonamos orgullosos, esto al dragar el área para cultivarla con la dulce gramínea; de ello es testigo la bella Ceiba ubicada en el centro del ahora CBTA # 141, después, la empresa inicia un proceso de venta de lotes a sus obreros de tal forma que, llegaron a coexistir un Cantarranas social que habitaba las galeras y un Cantarranas social más favorecido económicamente con casas que contaban con amplios jardines.

Las constantes inundaciones indican que la edificación del templo religioso se construyera en lo alto, al inicio fue de madera y palma y, pasado pocos años, se ubicaban algunas nuevas habitaciones e irónicamente se autonombraron “Cantasapos”; actualmente se llama Barrio del Sagrado Corazón.

Haber nacido en Cantarranas es, en mucho, ser heredero directo de un gran legado regional azucarero, heredero de recuerdos que hablan de un barrio esplendoroso, de tiempos dorados que el tiempo robó pero que muchos habitantes de Tambaca aún celosamente resguardan y que, llegado determinado momento, suelen decir su origen como carta de presentación.

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