viernes, enero 01, 2010
SAN NICOLÁS DE LOS MONTES: EL ORIGEN
El legendario pueblo de San Nicolás de los Montes Alaquines surge como un grito silencioso y desgarrador, como una necesidad de consciencia satisfecha de hombres y mujeres que huyen de la opresión ejercida en las encomiendas o haciendas en donde son víctimas por un trato inhumano.
Estos primeros habitantes emigran desde las tierras vecinas de la pamería misma, pretendiendo ocultarse en las montañas altas de este recóndito sitio y con ello escapar de la represión a su libertad y a sus costumbres incestuosas que eran reprobadas por la nueva moral.
De esa forma, este lugar gana fama entre los pames alaquines que sueñan con una vida sin más compromisos que los esenciales para desarrollarse a su manera, a sus costumbres; a su estilo natural el cual formaba parte de su legado cultural.
No era un naciente pueblo en donde el libre albedrío era la primordial característica, pues una sociedad así, por pequeña que ésta sea, jamás tendrá porvenir alguno. Tampoco imperaba la ley del más fuerte; era un pequeño conjunto de habitantes que se regían por normas y costumbres de convivencia social elemental.
Se desconoce el original nombre de la nueva comunidad, el sustantivo de “San Nicolás” responde a la satisfacción Franciscana y de ninguna manera a los pames alaquines que no deseaban adquirir compromisos en su ligera y despreocupada forma de vivir.
San Nicolás de Bari, con un culto muy difundido dentro del cristianismo; es uno de los Santos que poseen en su nombre más templos religiosos, más de dos mil recintos.
Nace en el año 250 en Licia, Turquía y muere el 6 de diciembre del 345 en la antigua Myra.
Defensor y protector de pueblos, invocado en los peligros, en los naufragios, en incendios y cuando las condiciones económicas son adversas.
Su aniversario luctuoso se recuerda con ceremonial jovialidad y ese día, 6 de diciembre, por todo el mundo cristiano, pueblos enteros han transformado la sencilla misa en su honor en un día de actividades festivas que engalanan la cotidiana vida de su feligresía.
“De los Montes” hace referencia a la sierra que los alberga, ásperas veredas, voladeros, pasmosos bosques, un sitio de acceso incómodo, peligroso y lleno de fieras.
Fray Martín Herrán, Custodio de la Provincia de Santa María Mártir del Río Verde solicita al Trigésimo Virrey, Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, Conde de Galve, la ayuda para establecer formalmente una Conversión en éste pueblo, misma que dependería de la Misión de la Purísima Concepción del Valle del Maíz.
En mencionada solicitud, Fray Martín Herrán menciona: “Lo primero: que a V.E. represento hay una reducción o pueblo nombrado San Nicolás, en términos y jurisdicción por lo que mira a la Justicia de la Villa de los Valles, que dista doce leguas de dicha Villa; y por lo que mira a la jurisdicción y derecho parroquial en términos de la Conversión y pueblo del Valle del Maíz de do dista diez leguas de mal camino, aspero y montuoso y lodazal; una y otra reducción de la dicha Custodia de mi cargo, esta población de San Nicolás desde el año de sesenta consta de los libros de la administración de dicha Parroquia y cavecera del Valle del Maíz como an sido administrados en ella los yndios de San Nicolás, esto es en cuanto a los que voluntariamente han querido ser bautizados, casados y enterrados, pero en todo este tiempo siendo cristianos bautizados, han muerto los que han muerto sin Sacramento, ora sea por su incapazidad, corto o ningún conocimiento de medio necesario para su salvación que es la Confesión para que Dios les perdone sus pecados, ora sea por la mucha distancia y mal camino a la parroquia porque en tiempo de aguas no se puede vadear el monte de San Nicolás, ora sea por tibieza o pereza o engaño del demonio no han llamado en dicho tiempo el ministro para Confesión ni Sacramento alguno, de donde se colije y nos enseña la fe que se condenan y no se salvan si no es los niños.
Lo segundo: es porque en dicha población de San Nicolás están muchos y viven los más casados, no según el orden de Nuestra Santa Madre Iglesia, sino a su usanza gentil, que es a esta o aquella quiero por muger; y si de ésta se enfadan eligen otra y rechazan aquélla, sean o no hermanas o parientas.
Lo tercero: que muchos indios que son casados en las Conversiones de la dicha Custodia de mi cargo y otros en las de la Custodia de Tampico que están conjuntas, largan en sus pueblos y conversiones a sus legitimas mugeres, hurtan otras, las que les parecen, y se huyen y retiran a vivir en dicha población de San Nicolás, para allí a su libertad, por el poco manejo de justicias y ministro que remedie estos excesos.
Lo cuarto: es que como a prelado de aquellas Conversiones y pueblos, me han pedido dichos indios de San Nicolás, les ponga ministro que les haga capaces e instruya en los misterios de Nuestra Santa Fe, Doctrina cristiana y administre de asiento los Santos Sacramentos, ora sea inspirados de sobrenatural influjo ora sea por tener quien los ampare de algunas vejaciones que padecen los miserables de pasajeros, pastores y otras personas que trajinan por dicho pueblo, por ser camino real para dicha Villa de los Valles, ora sea de los indios bárbaros que de ordinario les suelen dar asaltos y roban sus bestias y mantenimientos, y últimamente sea por el fin o motivo que fuere, ninguno obsta a la caridad y todos precisan mi obligación de ponerles ministro que los enseñe y administre y a noticiar a V.E. para poderlo hacer con el fundamento de permanencia que se requiere y al servicio de Dios conviene” (Montejano, 1988: 46-47).
Dentro del contexto en el discurso de Fray Martín Herrán, se aprecian que se tiene conocimiento de este pueblo desde 1600 y que desde 1660 poseen libros de administración de dicha parroquia; registrando a los indios alaquines que voluntariamente han deseado ser bautizados y casados, de igual forma, tienen registro de entierros.
La visita que realizan desde el Valle del Maíz hasta los montes de San Nicolás es ocasional, pues a pesar de la necesidad del alivio espiritual y de la permanente presencia religiosa que instruya y arraigue la nueva fe, la intransitable travesía desde el primer punto hasta aquí se convierte en el factor más desfavorable. Razón para que, se instale una Misión con clérigo propio y de pié.
Ya ha estas alturas, se menciona la existencia de una parroquia, sin embargo, ésta debió haber sido un pequeño jacal elaborado con materiales muy perecederos y que dio alberge a las escasas visitas pastorales efectuadas por la Misión de la Purísima Concepción del Valle del Maíz.
Después de trámites e informes de campo, se concede a Fray Martín de Herrán su petición, de esa forma se extiende la respectiva acta: “En el pueblo de San Nicolás en quince días del mes de Diciembre de mil seiscientos noventa y un años, Don Thomás de la Mora Vareda, Teniente de Alcalde Mayor por el Capitán Don Diego de Aberasturi, Alcalde Mayor y Capitán a guerra de la Jurisdicción de la Villa de los Valles Presidios y Fronteras por su Magestad. Pareció ante mi el Padre Predicador Fray Diego García, y digo que por patente que traía del Reverendo Padre Fray Martín Herrán, Custodio de esta Santa Custodia de Santa Catarina del Río Verde para que el dicho Padre Predicador Fray Diego García viniera a esta nueba Conversión por ser del servicio de Dios y de Su Magestad (que Dios guarde). Me pidió le diera posesión, lo cual hice por ser del servicio de ambas Majestades y haber cédula de Su Magestad para que pueda fundar: Yo el dicho don Tomás de la Mora Varreda, Teniente de Alcalde Mayor del Pueblo de el Valle de el Maíz, y su Jurisdicción, en su ejecución y cumplimiento en presencia de los testigos de mi asistencia infra escritos me requirió la meta en posesión de dicha iglesia; y poniéndolo en efecto lo cogi por la mano y lo meti en la iglesia en señal de verdadera posesión; y estando en ella dijo Misa, toco la Campana sin contradicción de persona alguna, lo cual me pidió por testimonio. Y así lo certifico en la manera que por derecho puedo, debo, y no en mas en virtud de dicha real cédula, en nombre de Su Magestad le amparaba y amparé en dicha posesión y en el ynterin, ninguna persona con ningun pretexto causa o razón que quiera impugnar inquiete ni perturbe de esta Posesión so la pena de quinientos pesos en que desde luego les doy por incursos y condenados lo contrario asiendo: Casso que suceda el dicho Padre Predicador Fray Diego, ocurra ante mí que lo oiré y guardaré Justicia, en lo que tuviere. Y lo firmó conmigo y los testigos de mi asistencia que fueron José Cervantes y Cristóbal de Sena Hedilla, Frai Diego García, Testigo de asistencia, Cristóbal de Sena, Testigo de asistencia, José Cervantes. - Ante mi Don Thomás de la Mora Varreda” (Idem, 1988: 47-48).
A partir de este momento, se inicia una sencilla edificación de adobe, envigado y techo de palma, dejando atrás la rudimentaria vista de jacal.
Se habla de un ocaso en San Nicolás de los Montes, debido posiblemente a invasiones, la Misión quedó desierta y despoblada; aunque también hay que considerar que los religiosos abandonan el proyecto evangelizador en el momento en que les es retirado la ayuda de 300 pesos a cada uno, para su sustento, que la Corona otorgaba como pensión real por año; subsidio conseguido por Fray Martín Herrán.
Para 1746, los Franciscanos retoman esta avanzada religiosa con la característica de que ahora no provocaba costo alguno para la real hacienda, todos los gastos para manutención del Padre son absorbidos en especie por la comunidad que obtenía precarias cosechas de las siembras. Por tanto, siempre recibió ayuda de la Provincia para satisfacer plenamente las carencias.
En cuanto al edificio de la iglesia, esta se mantiene igual que como posterior a su fundación se construyera.
Sin embargo, estos materiales; también perecederos, no fueron lo suficientemente resistentes a las copiosas lluvias que se registraban en la zona de tal forma que para 1761 se inició a construir la iglesia con piedra y lodo, embarrada y ripiada de mezcla, sobre las altas paredes fuertes vigas y tablas que a la vez, sostenían el techo de palmas.
Se habla de que la comunidad tenía cerca de mil habitantes, de estos solo un diez por ciento cumplía con sus deberes religiosos, el resto se mostraba renuente e indiferente, al grado de huir cuando se les presionaba para asistir a misa.
Durante casi todo el siglo XIX, la evolución de San Nicolás de los Montes es lenta, testigo de ello, los religiosos que se tornaban cómplices en la desesperación por sostener la Custodia; misma que entra en breve letargo que postra en el olvido al templo.
La construcción de nuestro centenario templo recibe al siglo XX abandonado, lleno de maleza, derruido, convertido en refugio temporal de bandoleros que de paso por la sierra ven en el santuario un sitio para albergarse de las inclemencias atmosféricas, y por si esto no fuera suficiente, sufre un atentado irreparable bajo las llamas de un fuego que convierte a cenizas parte de la estructura del complejo y todo el material del archivo desaparece dejando profundos obscuros para la interpretación evolutiva de esta Misión Franciscana.
Junto al aberrante atentado del fuego, se sumaron ignorantes manos que pretendieron depauperar el legado de San Nicolás de los Montes destruyendo, derrumbando, desprendiendo piedra a piedra, significantes segmentos de la obra.
Existe una versión entre los lugareños con relación a éste incendio, al parecer, el fuego se provocó en la Hacienda y era tan grande que no pudo evitarse alcanzar la iglesia que teniendo techo de palma rápidamente sucumbió.
De esta catastre sobrevivieron solamente las figuras y pinturas que con anterioridad se habían extraído por órdenes del capataz de la Hacienda y llevados a la pequeña congregación de La Yerbabuena, lugar en donde se erigió un sencillo recinto para oficiar la misa, evitando así que, los jornaleros bajaran a San Nicolás de los Montes y estuvieran tentados a huir de las condiciones de existencia a la que estaban sometidos.
Habrá que decir aquí que, La Yerbabuena, fue la zona más fértil y misma que albergaba los sembradíos de maíz en donde de sol a sol, bajo la prepotente actitud del representante de los Barragán, los antiguos montesinos testigos fueron también del declive y desmoronamiento del sistema económico que los sojuzgaba.
Bajo ese caótico estado, la Iglesia permanece desierta, gris, sin vida; hasta la tercera década del siglo XX, momento en el que nuevamente la llegada de religioso levanta el ánimo en la feligresía y acondicionan los restos del antiguo complejo que, al observar detenidamente, se reconocen en su composición original más de diez habitaciones, varias bodegas, sacristía y templo; todo ello rodeado de una alta pared que con piedras caliza levantaron como muro protector.
Hoy día, la Iglesia es utilizada por la comunidad y es asistida por el Presbítero Francisco García Rodarte, Párroco de Tamasopo; perteneciente al Decanato Norte de la Diócesis de Ciudad Valles.
Obra consultada: “El Valle del Maíz”, de Rafael Montejano, AHSLP 1988, México.
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