“Si bien los franciscanos consideraban que los pames parecían dispuestos a la conversión religiosa, manifestaron a sus superiores varias quejas con respecto a dos problemas. El primero de ellos referente al matrimonio. El custodio escribía que había pocos matrimonios debido a la “liviandad” de las muchas mujeres que tenían en las misiones. Además, pocos individuos desean contraer matrimonio. Asimismo los rancheros y sus familias sólo asistían a la iglesia tres veces por año y, a veces, sólo una, en Semana Santa.
Las pautas de conducta a seguir, señaladas por el discurso moral de los evangelizadores, no se cumplían en su totalidad, pero servían como marco de referencia para delimitar lo bueno y lo malo, lo cual muestra una sociedad en la que hombres y mujeres vivían situaciones de tentaciones sexuales. En este contexto, los pames tampoco encajaban en las reglas dictadas por los españoles, y aunque algunos de ellos eran atrapados y castigados por los misioneros, siguieron con sus prácticas.
Los pames que huían de la misión, abandonaban a sus mujeres. Cuando se instalaban en otro lugar, se casaban nuevamente. También a veces se “juntaban” con alguna pariente en grado prohibido. El religioso les hacía saber que no estaba permitido, lo cual no les importaba mucho. Si los presionaban, ambos huían a las haciendas. Ante estos hechos a los franciscanos no les quedaba más que aceptar la situación, como lo informa fray Matías de Terrón: Para el fin de que estos indios aprendan a ser cristianos daría lo mismo que sea en esta misión o en la ajena: pero en realidad no es así, porque con la facilidad de poderse mudar de una a otra misión se insolenta, cometen culpas que no cometieran si no tuvieran esta facilidad; en su misión dejan las mujeres propias, y a donde no los conocen se llevan las ajenas, y como estos indios ignoran lo que es juramento y lo que se requiere para poder contraer matrimonio, es muy factible que pasen a segundas bodas viviendo al consorte, o se casan con parientas dentro del grado prohibido. Caso práctico tenemos entre manos en un indio llamado Agustín, que casó con una llamada Francisca María, que juraron juntamente con los testigos no ser parientes, y después de haber contraído el matrimonio se fueron fugitivos a San Nicolás [la hacienda de Tampot], de allí se vinieron a las serranías de Tansabac (Tansabaca), de donde los sacó el caudillo y se descubrió que el marido era su abuelo de la mujer, y que un hijo que tenían así, parece de tres años, no estaba bautizado”. (Gallardo Arias, 2011: 89-90)
Existen algunos casos más registrados, no como una actitud alarmante pues para ellos fue algo común desconociendo la moral cristiana, pavoroso sí, para aquellos quienes sujetos a una nueva moral insistían en señalar “la paja en el ojo ajeno”.
Si hiciéramos una lista de todos aquellos casos en donde el incesto estuviera presente, nos llevaría un extenso espacio. En antiguas culturas son detectados estos hechos, entre los Incas, el Inca Mayor (Hijo del Sol) contraía nupcias con su hermana (Hija de la Luna), entre los egipcios, los padres de Tutankamón eran hermanos y, él, se casó con una media hermana, que decir de la mitología griega: Edipo y Yocasta, Urano y Gea, Crono y su hermana Rea, el Rey Tías y su hija Mirra, Zeus y su hermana Demetra, Zeus y su hermana Hera, en la Biblia por igual, se encuentran algunos, Lot y sus dos hijas, Sara y su medio hermano Abrahám, e incluso en tramas novelados suele el tema ser de suma importancia, como acontece en la obra de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. Charles Darwin se casó con su prima de primer grado Emma Wedgood Darwin, Albert Einstein se casó con su con su prima hermana Elsa Lowenthal. Nada del otro mundo, Porfirio Díaz Mori se casó con su sobrina Delfina.
Bibliografía:
Gallardo Arias, Patricia, “Los pames coloniales: un grupo de fronteras”.
Colección Huasteca. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. México, 2011.
Páginas varias de Internet.
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