El río Tambaca alberga en su longitud varias playas de arena, todas distintas entre sí; con sombra y sin ella, al borde de la ribera o en lo poco profundo, pero El Arenal se ubica en el interior del río formando un área predilecta que los infantes suelen preferir con insistencia.
Su gruesa y amarillenta arena además de estimulante al caminar sobre ella resulta ser un espacio testigo de los castillos que ingeniosas y constructoras manos edifican y que en un pequeño arrebato emocional son los pies quienes destruyen lo que la sensibilidad de las manos levantaran.
El camino que conduce a éste paraje se encuentra a pocos metros del primer acceso a la comunidad del Kilómetro 470; perteneciente a la Delegación de Tambaca. Tome la carretera Tambaca –Tamasopo (de terracería) y después de haber transitado unos 2.5 kilómetros, aproximadamente, entre cañaverales de su lado derecho, apreciará la entrada. Considere por obvio lo siguiente, el río siempre estará a su lado derecho, al salir de Tambaca usted tendrá que ver desde la carretera, desde su auto; la enorme arboleda que dibuja su silueta. A su lado izquierdo observará las paralelas de hierro. Existe un primer espacio en el que habrá de observar el río muy de cerca, se trata de un estrecho paso en doble semi curva, por un lado el río y por el otro la vía férrea, después a 200 metros, la carretera se perfila junto al río; la exuberante maleza y un nutrido follaje de otates no permite ver el cauce, sin embargo, considere usted como señal los abundantes otates y por el otro lado pequeño manchón de plátanos, aquí, al concluir la maleza, observará por segunda ocasión la transparente e incitadora agua que, aparentando inmovilidad, le aguarda plácida para una entrega sin reservas.
Entre 60 o 70 metros más, a su lado derecho, un sencillo callejón habrá de conducirlo hasta toparse con el río; precisamente en El Arenal. Este pequeño acceso será plenamente visible si considera muy en serio cada señal que le hemos compartido; igual, dos exhalaciones antes, tendrá que observar un enorme árbol que desde antes de la primavera se viste de rosa y que manifiesta en todo su esplendor contrastando con el verdor de la caña de azúcar que insignificante le rodea.
Le recomiendo llegar temprano pues a partir de medio día el sitio se observa muy frecuentado por habitantes tanto de Tambaca como del Kilómetro 470.
Si usted es de las personas que insisten en medir la distancia con tiempo, es posible que jamás ubique este lugar sensacional. No encontrará ningún anuncio que indique la existencia del sitio, no cuenta con infraestructura, no es de cuota. Cuando asista, no mutile ni destroce lo que no ha construido, no arranque ni corte lo que no ha sembrado, y si por gusto propio lleva basura; por favor, no la olvide, bastante tenemos con la nuestra.
Su gruesa y amarillenta arena además de estimulante al caminar sobre ella resulta ser un espacio testigo de los castillos que ingeniosas y constructoras manos edifican y que en un pequeño arrebato emocional son los pies quienes destruyen lo que la sensibilidad de las manos levantaran.
El camino que conduce a éste paraje se encuentra a pocos metros del primer acceso a la comunidad del Kilómetro 470; perteneciente a la Delegación de Tambaca. Tome la carretera Tambaca –Tamasopo (de terracería) y después de haber transitado unos 2.5 kilómetros, aproximadamente, entre cañaverales de su lado derecho, apreciará la entrada. Considere por obvio lo siguiente, el río siempre estará a su lado derecho, al salir de Tambaca usted tendrá que ver desde la carretera, desde su auto; la enorme arboleda que dibuja su silueta. A su lado izquierdo observará las paralelas de hierro. Existe un primer espacio en el que habrá de observar el río muy de cerca, se trata de un estrecho paso en doble semi curva, por un lado el río y por el otro la vía férrea, después a 200 metros, la carretera se perfila junto al río; la exuberante maleza y un nutrido follaje de otates no permite ver el cauce, sin embargo, considere usted como señal los abundantes otates y por el otro lado pequeño manchón de plátanos, aquí, al concluir la maleza, observará por segunda ocasión la transparente e incitadora agua que, aparentando inmovilidad, le aguarda plácida para una entrega sin reservas.
Entre 60 o 70 metros más, a su lado derecho, un sencillo callejón habrá de conducirlo hasta toparse con el río; precisamente en El Arenal. Este pequeño acceso será plenamente visible si considera muy en serio cada señal que le hemos compartido; igual, dos exhalaciones antes, tendrá que observar un enorme árbol que desde antes de la primavera se viste de rosa y que manifiesta en todo su esplendor contrastando con el verdor de la caña de azúcar que insignificante le rodea.
Le recomiendo llegar temprano pues a partir de medio día el sitio se observa muy frecuentado por habitantes tanto de Tambaca como del Kilómetro 470.
Si usted es de las personas que insisten en medir la distancia con tiempo, es posible que jamás ubique este lugar sensacional. No encontrará ningún anuncio que indique la existencia del sitio, no cuenta con infraestructura, no es de cuota. Cuando asista, no mutile ni destroce lo que no ha construido, no arranque ni corte lo que no ha sembrado, y si por gusto propio lleva basura; por favor, no la olvide, bastante tenemos con la nuestra.
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