sábado, junio 07, 2008

UNO DE LOS GRANDES


Demasiado humano, presumir la grandeza de su pueblo, de sus hombres, sus culturas; hasta su barbarie.
Cada sociedad presume sus ilustres personalidades, se enaltecen con los logros ajenos de aquellos, les festejan sus aciertos históricos y minimizan los errores pretextando la condición humana propensa al ritmo de las pasiones momentáneas y circunstanciales.
En ese típico acento de exaltación, debo compartir un nombre: José Martín Rascón, tamasopense de altos vuelos, hombre afortunado quien fuera seleccionado por don Porfirio Díaz Mori para que en representación del pueblo y gobierno mexicano acudiera a Japón, para consolidar las fuertes bases de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Llega al puerto de Yokohama en septiembre de 1890 y es recibido con todos los honores, de esa forma, Rascón se convierte en el primer enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en el lejano Japón; claro que, como consecuencia de la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 30 de noviembre de 1888, pactado en Washington. Un acuerdo de suma importancia para ambos países, con plena igualdad jurídica, sobre el respeto a la soberanía y la dignidad.
Jose Martín Rascón presenta sus credenciales diplomáticas en Tokio ante el Emperador Meiji Mutsu-Hito, posteriormente se concentra en buscar lugar para las instalaciones de la embajada en la ciudad capital; antes de ello había mantenido una oficina consular en Yokohama. En noviembre de ese mismo año, firma con el gobierno de Tokio un contrato de arrendamiento por 30 años, prorrogables por tiempo indefinido sobre dos lotes que sumaban cinco mil metros cuadrados, ubicados en el Barrio de Nagata-cho, zona centro en donde se congregaba el poder político japonés.
En ese sitio se construyó el edificio de la Legación mexicana, mismo que fue totalmente destruido por los bombardeos de los aliados en el transcurso de la segunda guerra mundial.
Después de haberse firmado el Tratado, México recibe la primera migración japonesa, misma que se establece en Chiapas y logra convertirse en pilar de la actividad cafetalera en aquella hermana entidad; éste movimiento demográfico es conocido como “la inmigración de Enomoto”.
José Martín Rascón fue el menor de los hijos de José Domingo Rascón, quien comprara la extensa hacienda de San Ignacio del Buey en 1842 y que, una vez adjudicada; en 1844, cambiara de nombre por Hacienda Rascón.
Si José Martín Rascón no es tamasopense por argumentos micro patrioteros, entonces el General Ignacio Zaragoza no es mexicano pues nació en Texas, cuando aquél territorio aún pertenecía a México.

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