sábado, diciembre 20, 2008

SENDAS DE ENCANTO: EL TAMÚL


Sobre la carretera Ciudad Valles – Río Verde, en el kilómetro 32 se encuentra Santa Anita, de ahí parte una sencilla vía de terracerría de 18 kilómetros de longitud que lo habrá de conducir hasta Tanchachín; pueblo asentado en las proximidades del Tampaón en donde habrá de embarcarse río arriba para maravillarse con la joya máxima de una huasteca exuberante.

Su aventura no inicia en el río sino en el momento de adentrarse por los 18 kilómetros, a su lado derecho observará la sierra que enorme se levanta señorial, a su izquierda, un extenso valle en donde el ganado vacuno pasta por los verdes prados, al fondo; una silueta que árboles frondosos resguardan el riachuelo que siempre podrá mirar a la distancia. La abundancia de agua ha permitido la instalación de estanques de reproducción y engorda de tilapias; también habrá de encontrar un centro de reproducción y preservación del lagarto.

En este recorrido deléitese con la presencia de enormes árboles, ceibas, cedros, palos de rosa, orejones, chotes, entre muchas especies más, se sorprenderá cuando observe que los pequeños ranchitos que irá dejando a su paso aún poseen el valor de la coexistencia natural pues han edificado sus rústicas casas entre los verticales tallos que erguidos e imponentes reclaman sus espacios; mientras que en las zonas urbanas día a día pierden terreno.

Al llegar a Tanchachín, contrate al lanchero que lo habrá de llevar hasta la renombrada cascada, pudiera suceder que en ese momento no se encuentren disponibles; entonces, prosiga su camino hasta La Morena, pueblito que cruzando el río ofrece el mismo servicio al turismo.

Ya en el embarcadero, suba a la lancha y prepárese a continuar con su aventura. A su lado derecho observará primero enormes sauces llorones; muchos de ellos caídos, muestra de las fuertes corrientes que suelen arribar a la ribera en tiempos de crecientes, del otro lado, hermosos álamos que a 40 metros de altura proyectan un follaje motivador que a la vez es utilizado por aves que han construido sus nidos en conjuntos de hasta 16, éste pájaro es de tamaño regular y tiene el plumaje negro, contrastan las plumas largas amarillas en su cola y diminutas en su cabeza.

Al adentrarse por el cañón formado por los dos cerros, aprecie las rocas que erosionadas al paso de los miles de años han tomado caprichosas formas en su grisáceo relieve, déjese extasiar por la sublime sensación de ser conducido por lo desconocido, en éste tramo la vegetación es precaria, sin embargo, es habitat de cientos de iguanas que al sentir la presencia humana se resguardan provocando con su huída el derrumbe de hojarascas que le harán detener su respiración.

A mitad de senda, le aseguro dejará escapar una exclamación, de repente, sin previo aviso, ante sus ojos se posarán pequeñas caídas de agua envueltas en musgos y helechos, entonces, habrá de sacar su cámara o celular para atrapar ese momento, contigua, la “Cueva del Agua”, un taza natural que es receptora principal del agua que se ha filtrado por resumideros del río Frío; canales subterráneos que brotan aparentando nuevos nacimientos, sitio sensacional en el que le sugiero invertir un mínimo de 30 minutos, preferentemente de regreso.

En ese orden, descenderán en dos ocasiones para poder avanzar sobre rápidos, pasando el segundo de ellos, encontrará un nacimiento a su lado izquierdo, el agua brota de entre rocas que asemejan un doble perfil del rostro humano. Dulce y un tanto “gorda”, el agua es potable y fresca en demasía; si en sus manos trae un recipiente o botella vacía, llenarla con éste líquido no sería mala idea.

También habrá de mirar una caverna en el inferior del peñasco que se erige gigantesco sobre la línea sinuosa de intenso azul celeste que sirve como medio conductor de su única meta y objetivo dibujado en su mente. La primera impresión, a distancia, pareciera que tres delgados y frágiles palitos detienen la mole; motivo para alegres comentarios que romperán con el cansancio de la travesía y del pesado golpe que los rayos del Sol, sin piedad alguna, insistentes sobre la piel, hasta lograr un ligero cambio de tonalidad.

En su momento, el capitán del vehículo les comentará: “Atrás de aquella vuelta de cerro está la cascada”; entonces su respiración se tornará suave, lenta, cuidadosa, afinará el sentido del oído, quizás cerrará los ojos con la finalidad de apreciar a la distancia el sonido que produce la cascada y, sí, la emoción le delatará pues será inevitable un grito cohibido, hasta transformarse en desbocada sonoridad al observar magnánimo, la caída de 103 metros ; por cierto, no entiendo la insistencia de decir que son 105.

La experiencia de estar frente a la cascada de Tamul es indescriptible, sería un crimen intentar señalar las emociones que suele el sitio arrebatar. Aquí las imágenes lo dicen todo.

Existen también, otros dos accesos a la Cascada, ambos mediante caminos de terracería que culminaran a pocos cientos de metros sobre el río frío. Esta opción le permitirá apreciar la vista del paraje desde la parte superior. Una de esas rutas parte de El Saúz y la otra de El Carpintero; pueblos sobre la carretera federal Ciudad valles – Río Verde.

Ambas rutas culminan en el mismo sitio pero son en su longitud completamente distintas, quizás la más atractiva sea la que inicia en El carpintero, igual, es la más larga y solo disponible para autos de doble tracción.

Al llegar al punto final de la carretera iniciará su travesía por un sencillo camino a orillas del río Frío; mismo que en dialécto teenek se nombra Tanchamay, en la breve caminata sobre la rivera seguramente no dejará pasar la oportunidad de disfrutar de la multitud de pozas y remansos que cristalinos e incitadores, de quietud majestuosa, serán receptáculos de su desbordante algarabía.

Cuando llegue al final de la vereda se sorprenderá ante la caída del agua, frente a ésta, el talud del cerro completamente lleno de follaje, de musgos; un suave verdor bañado constantemente con la brisa del torrente. Podrá descender para contemplar la cascada desde abajo o si preparado está, practicar un peculiar descenso a rapel.
Tamúl, palabra teenek que significa “lugar de cántaros”.

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