miércoles, julio 16, 2008

EL RESPETO A LA PROPIEDAD AJENA


“El respeto al derecho ajeno es la paz”, célebre frase adjudicada al Benemérito de las Américas, Benito Pablo Juárez García. Respeto, derecho, ajeno, paz; palabras tempranamente vaciadas en moldes infantiles con la esperanza de que en ellos arraigue el concepto y lo puedan llegar a expresar en los actos propios de su vida.
En nuestro rural medio, esperemos que un cercano día, con la misma insistencia positiva, se impulse que el respeto a la propiedad ajena es el progreso.
Cierto que todos tenemos derecho a la propiedad, vista ésta como el resumen de esfuerzos individuales o colectivos que con la inversión necesaria logró materializarse con las condiciones específicas para arrojar frutos e intereses.
La propiedad es una búsqueda constante, un sendero de lucha, un equilibrio de energías. El derecho a la propiedad es la inversión que por la senda de la búsqueda vamos sembrando.
Ignoro en que parte del camino hemos equivocado la dirección, dicen en el pueblo que “Quien siembra elotes, siembra para todos”; que acto más ruin, cobarde y depredador.
Los suelos nuestros tienen la capacidad de hacer brotar un sinnúmero de plantas, de cultivos intensivos que serían valuarte de una economía más diversificada, para no depender tanto de un monocultivo, pero ello no sucede, entiendo que no es falta de iniciativas o recursos, es por la presencia del prójimo.
Prójimo no respeta la propiedad ajena, le encantan los elotes y calabacitas que no sembró, aparece con sus manos llenas de paguas, prójimo no respeta las cosas que ya tienen dueño, encuentra un árbol recto y lo derrumba; el torcido lo respeta por cuestiones de nostalgia, sabe de jaulas que encierran tilapias y como gato pardo se adentra en las aguas del río para destruir la metálica estructura y poder atrapar a la desconcertada presa, prójimo ve pasar a una mujer y se le olvida que tiene dueño, que está casada, prójimo no siembra, no cultiva; solo aparece para la cosecha.
El respeto a la propiedad ajena es el progreso, también es, el inicio de una auténtica y sana convivencia social, de la armonía comunitaria.
Empero, prójimo no lo quiere entender, para él, la naturaleza le proporciona todo, solo requiere tener la capacidad de presentarse ante los recursos y tomarlos; no importa si se tratan de frutos de un esfuerzo particular o colectivo.
Poco se le escapa, nopales, limones, mangos, naranjas, guayabas, papayas, plátanos, litches, y todo aquello que, por su tamaño y peso, pueda transportar en su morral.
Prójimo tiene una profunda actitud filosófica, ignora, rechaza y se opone fervientemente a la producción, a la propiedad; para él los bienes se escriben con “v”.
Cuando empecemos a respetar la propiedad ajena, la producción y los frutos de un esfuerzo que no es el nuestro, cuando la vida nos enseñe pacientemente a sembrar, a cultivar, entonces las cosechas serán muestras extraordinarias de orgullo personal, de un sentimiento que dignificará y renovará valores que podremos heredar a las venideras generaciones.
Sembrar, cultivar y cosechar, círculo constante que enriquece la existencia, que nutre la vida. ¡Y que además se transforma en azúcar!
Solo quienes ejercitan estos tres aspectos poseen la capacidad de respetar la propiedad ajena, los prójimos no son enemigos, son seres que insisten en trazarse objetivos de vida y apuntan a ellos; con los ojos vendados.

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