jueves, agosto 19, 2010

HOMICIDIO DEL CANTADOR VIDAL


El día 8 de junio de 1934 es aprendido en Cárdenas Juan Hernández; vecino de El Cafetal, y remitido a Tamasopo para las investigaciones del caso de homicidio en el cual todo indica su culpabilidad. Para el 11 del corriente, huye en la madrugada, escapando de la cárcel municipal.
Un caso conmovedor, logró acaparar por mucho tiempo, la atención; por morbo o esperanza de justicia, la atención del pequeño pueblo. A continuación los hechos:
“En la Villa de Tamasopo, S.L.P. siendo las tres horas del día siete de Junio de mil novecientos treinta y cuatro, el suscrito Alcalde Primero Constitucional que actúa con testigos de asistencia fue solicitado por el C. Juez de Barrio Aniceto Guevara para ir a dar fe del cadáver de un hombre que se encontraba en la casa de la señora Albina Saldierna –en realidad su apellido era Hernández_ en vista de que habiendo sido llamado el C. Síndico Municipal Suplente en funciones de Agente del Ministerio Público Tomás Rodríguez, no se encontró en el lugar. Acto continuo me trasladé a dicha casa, encontré tirado en el suelo como a mediación a un hombre boca arriba con la cabeza en dirección al Norte y los pies al Sur. Se le preguntó a la señora Saldierna si sabía como se llamaba el occiso y dijo que se llamaba Vidal pero que ignora el apellido, tendrá a lo sumo veinticinco años de edad, jornalero, originario de Ciudad Magdaleno Cedillo, ignorando quienes sean sus familiares. Se procedió a examinar las heridas y el suscrito da fe que la herida que presenta es en medio del pecho como a diez centímetros debajo de la garganta al parecer con arma de fuego o de un calibre muy pequeño sin orificio de salida; se notificó a la señora Albina Saldierna para que a las horas de Oficina se presente a declarar y se libre orden de aprensión en contra de Juan Hernández de apodo “Pitorra” a quien se rumora fue el matador.
Terminada esta diligencia y por petición de la dueña de la casa Doña Albina, se le permitió velar el cadáver y darle sepultura. Levantada la presente acta que firmo para constancia. Doy fe.
Zenón Hernández, Lázaro Saldaña, Tomás Rodríguez”.
Ahora las declaraciones testimoniales:
SEÑORA ALBINA: “Que dormía muy tranquila cuando despertó al oír que alguien empujaba la puerta de su casa y reconoció la voz de un muchacho que allí asistía llamado Vidal, -sin saber el apellido- que le decía: “Ábreme que me vengo muriendo, me dieron un balazo”, al momento me levanté y abrí la puerta en el momento en que Vidal queriendo entrar se cayó y ya lo ayude a levantarse y lo pasé adentro, pero se volvió a caer a media casa. Ya prendí la luz y lo ví que efectivamente estaba agonizando, le registré el cuerpo y como no se le notaba la herida me extrañó, pero luego empezó a echar bocanadas de sangre y a poco expiró, entonces corrí a dar aviso al Presidente Municipal, pero que se había salido a Cárdenas y enseguida fui a ver al Juez de Barrio”.
La señora Albina, de 65 años, viuda, originaria de Alaquines, con domicilio “en la calle que sale de la del Comercio en dirección de Agua Buena”; probablemente, esa calle hoy se nombre “Olimpiadas”. Se dedicaba a rentar algunos sencillos cuartos de hospedaje, a Vidal lo atendía desde hacía un mes y llegó recomendado por un vecino de ella de nombre Valenciano Castro.
ANICETO GUEVARA, 55 años, casado, peluquero, originario de Río Abajo, Municipio de Alaquines, Juez de Barrio: “Calculo serían como las dos y media de la mañana de hoy cuando despertó y oyó que le hablaban por la calle, reconociendo la voz del señor Eleuterio Velázquez que le decía: “Aquí le habla doña Albina, que tiene un herido en su casa”. Ya me levanté y me acerqué, habiéndome platicado lo ocurrido. Me dijo la señora que había ido a ver al Presidente Municipal pero que andaba para Cárdenas y que querían que yo fuera a darme cuenta del herido por ser el Juez de Barrio, pero yo le dije que no era de mi incumbencia, que quien debía conocer de eso era el Síndico Municipal que yo iba a hablarle y allí iríamos en seguida. A pregunta mía, la señora me dijo que había ido a ver al herido su vecino Faustino Andrade y que le dijo al ver la herida que era de rifle de salón y que a quien le había visto un rifle de salón era a Juan Pitorra (Juan Hernández) de Cafetal. Les dije que se fueran que al momento iba yo. Cuando salí a la calle le indique al señor Pablo Olvera que convenía ir a llamar al Síndico Municipal, don Tomás Rodríguez y junto con otra persona se fueron a llamarlo regresando a poco y diciendo que no se encontraba en el lugar pues había salido para la sierra a cazar. Como el caso apremiaba se llamó al C. Zenón Hernández, Alcalde Primero Constitucional, quien fue a levantar el acta estando yo también presente y me di cuenta de que era un muchacho que cantaba canciones en público y que de eso la pasaba. Queriendo hacer algunas pesquisas sobre este asunto y viendo que la fonda de doña Cipriana Sánchez había ya luz y estaba abierta una ventana me acerqué y después de saludarla le pedí una taza de café habiéndome dicho que pasara a sentarme a dentro. Entré y le pregunté cuanto tiempo había tenido prendida la luz esa noche y me dijo: “Pues toda la noche, porque ésta señora (refiriéndose a la criada) no ha obedecido mis órdenes de que temprano cerrara y anoche estuvo vendiendo café hasta como a las dos de la mañana. Primero ví que vino el güero cantador y después Juan Pitorra. También oí como un tiro y como que alguien se quejaba. Yo la verdad estoy desvelada por haberme puesto a espiar a esta señora que no cumple mis órdenes”. Entonces me dirigí a la criada y le pregunté que pasaba y me dijo: “Ya la señora me corrió y ya me voy, pues vino don Juan Hernández de Cafetal y pidió una taza de café y mientras puso un riflito sobre la ventana y ya se lo tomó y se fue. Después llegó el cantador de allí enfrente y me pidió un café ya estuvo platicando conmigo mucho rato y en eso llegó otra vez Juan Hernández y pidió más café el que le serví y le dije que se lo bebiera pronto porque ya iba a cerrar y así lo hiso, se lo bebió a la carrera, y se fue estando todavía el cantador allí y ya cerraba yo la ventana cuando oí un tiro y el cantador como que se sacudió y lo vi irse para su casa y ya cerré la ventana y me puse a escoger frijoles, pero como oí clamores apagué la luz y en eso doña Cipriana se levantó y prendió el aparato y me regañó y corrió, por eso me voy”. En ese momento llegaron don Pablo Olvera, el Comandante de Policía, don Pedro Silva y el señor Juez y los enteré de lo que había dicho la sirvienta y como venían de donde estaba el muerto deseaban saber quien podría haber sido el matador y acordamos detener a la criada para declararla”.
AGUSTÍN CALDERÓN, 25 años de edad, soltero, jornalero, originario de Río Abajo, Municipio de Alaquines. “Como a Vidal lo asisten en la casa y aparte de que trabajaba en el jornal le gustaba cantar y tocar guitarra, nos acordinamos y cantábamos públicamente, esa noche estuvimos en la casa de don Edwiges Hernández, cantando canciones hasta como a las once de la noche y de allí nos fuimos para la Estación para cantar también un poco. Don Edwiges nos propuso ir a Agua Buena de parranda, en eso Vidal dijo que iba por allí a un asunto, habiéndose ido sin saber para donde y ya no lo buscaron y se fueron, al llegar me encontré con que Vidal estaba tendido en mi casa”.
EMILIO MENDOZA, 35 años, soltero, ferrocarrilero (truckero), originario de Alaquines. “Viniendo acompañando al Ciudadano Regidor Isaías Zamudio, desde la Estación y alumbrándolo con su lámpara de trabajo en compañía también del Ciudadano Secundino Padilla, encontraron parado a Juan Hernández en el crucero sobre la vía. Pasaron sin hablarle y el señor Zamudio se sorprendió porque vimos a Hernández que tenía un rifle cogido por ambas manos horizontalmente. No me di cuenta si era rifle chico o grande. Llegamos a la casa del señor Zamudio y habiéndolo dejado, me regreso yo solo para la Estación a mi trabajo y al pasar por la casa o Fonda de doña Cipriana Sánchez, vi a un individuo parado frente a la ventana que tiene la casa estando esta abierta y prendida la luz, tomando café, habiendo reconocido al cantador, que después fue muerto. Y habiendo visto también a una mujer parada a media pieza sería despachándolo. Seguí caminando y al pasar por la casa del señor Luis Diguero, mi perra se arrimó a un lado olfateando y al voltear vi a Juan Hernández parado detrás del poste del teléfono viendo en dirección al que estaba tomando café, es decir, al finado teniendo el rifle en la misma posición que antes cuando estaba en el crucero y me entró malicia de que lo estaba espiando para algo malo. Cuando llegué a la vía me paré y me estuve un rato expectante, pero así siguieron y me fui”.
JUAN HERNÁNDEZ, 30 años de edad, soltero, agricultor, originario de Las Flores, Estado de Querétaro. “Por la tarde llegué del Cafetal pues pensaba ir a Cárdenas en el tren de la noche. Antes de seguir adelante, hace saber que desde hace días traía cierta rivalidad con el occiso Vidal, debido a enredos que se cargaban con dos mujeres vecinas de este lugar, una llamada Albertina mujer que fue de don Emilio Mendoza y la otra Natalia mujer que fue de Federico Castillo, pues a uno y a otro le daban cara, lo que motivó que un día se dijeran palabras duras uno y otro en el Restaurant de la Estación. Así las cosas, ya en la noche estuve con unos amigos tomando café por fuera de la ventana de la Fonda de doña Cipriana Sánchez, oyendo a unos que cantaban acompañados de guitarra y conoció a don Edwigis Hernández, y Agustín Calderón no habiéndome fijado quienes eran los otros. Después de que estuve un rato allí me fui para el Restaurante y ya estaban allí los cantadores que estaban en casa de doña Cipriana. Como antes había ido allí había visto a Vidal y en esta vez lo volví a ver que estaba tomando y calculé que nos íbamos a decir más cosas pues estaba borracho Vidal. Después de que pasó el tren de pasajeros me vine del Restaurante y me paré en el crucero habiendo pasado a poco rato don Isaías Zamudio, acompañado de don Emilio Mendoza y otro que no supe. Seguía yo para delante cuando encontré a don Emilio Mendoza que regresaba de casa de don Isaías estando yo haciendo aguas junto al poste del teléfono de casa de don Luis Diguero”. A pregunta que se le hiso sobre el rifle de salón que se dice traía esa noche dijo: “Ese rifle es de salón y es de la propiedad de Juan Dina, y cada vez que yo se lo he pedido prestado el me lo ha facilitado y como esa noche me lo iba yo a llevar a Cárdenas se lo fui a pedir habiéndolo traído cuando los señores Zamudio y demás me encontraron en el crucero. Después de eso pasó Mendoza, y que acabé de orinar seguí de frente habiéndome encontrado con Vidal que estaba tomando café frente o más bien por fuera de la ventana de doña Cipriana y me ofreció trago diciéndole yo que no necesitaba de lo que él traía y allí después de algunas palabras duras que nos cruzamos se me echó encima agarrándome el rifle y en la forcejeada probablemente yo jalé el llamador del rifle y salió el tiro. En el forcejeo llegamos al borde opuesto de la banqueta y allí se cayó Vidal y habiéndose levantado corrió para la casa de doña Albina Saldierna y se metió. El rifle allí quedo tirado donde nos forcejeamos y yo me fui para Cafetal y allí me fui de mosca en una corrida que subía para Cárdenas en donde fui aprehendido por la noche”.
JUANA PÉREZ, 40 años de edad, viuda, ocupación doméstica, originaria de Rancho de San Cristóbal, Municipio de Rayón. “Me estuve limpiando unos frijoles después de que acabé de dar unas cenas a unos señores que estaban cenando y de que había cerrado la puerta de entrada de la calle dejando abierta la ventana y a poco rato llegó el cantador que murió esa noche y me pidió una taza de café la que le serví, estuve platicando con él en voz baja siendo ya noche pues acababa de pasar el tren pasajero en los momentos en que él terminó de tomar su café y de pagármelo llegó de prisa don Juan Hernández y me pidió otro café (pues antes del Pasajero ya había venido y pedido otros cafés para él y un hombre chaparrito y cuando se lo tomaron le dijo el hombre chaparrito: “Vámonos, no dices que te vas” y Juan le contestó: “Camínale, por hay te alcanzo”. Y se quedó entresacando unos cartuchitos de rifle de entre un puño de azúcar sobre la tabla de la ventana y después se fue en dirección a la vía) el que se tomó de una levantada, me lo pagó y se fue de allí para atrás pues venía como de la vía o más bien de ese rumbo. En el momento en que yo levantaba la tabla de la ventana oí un disparo. Yo cerré, pero oí una carrera de alguien en dirección como para la casa de doña Albina que vive casi en frente y luego unos quejidos. Al principio creí que el disparo había sido al aire, pero luego que oí los quejidos calculé que le habían pegado al muchacho cantador. Yo me puse a limpiar o más bien a acabar de limpiar el frijol que no acabé antes y luego apagué la luz, pero casi al mismo tiempo doña Cipriana se levantó, prendió luz y me dijo si todavía no me acostaba y le dije que no. Me dijo que por qué había apagado la luz y le dije que por que estaba oyendo unos clamores, que probablemente el que había tirado un tiro le había pegado al cantador que acababa de estar tomando café. Después se enojó la señora y me dijo que me fuera y ya me iba cuando unos señores entraron y ordenaron detenerme”. Se le preguntó si alguna vez tuvo amores con Juan Hernández o cuando menos alguna oferta de parte de él, y dijo que recién llegada de Cárdenas a Cafetal, Juan Hernández le trató de amores, pero que ella no lo quiso y que cuando se vino para acá a la casa de doña Cipriana él siempre estuvo con esa idea pero que siempre lo rechazó. Otra pregunta: Usted señora no oyó antes del tiro que alguien le reclamara al cantador algo o que oyera o viera que alguien entablaba lucha con él. Respuesta: “No señor, no hubo nada de eso si eso del tiro casi fue a traición, pues casi ya mero se lo daban cuando él estaba tomando café”. Otra pregunta, Señora, el finado le habló a usted de amores. Respuesta: “Sí señor, pero no de palabra, sino por carta me lo comunicó y estaba yo pendiente de contestarle si o no, pero no lo había hecho todavía”.
Tanto Albertina Mendoza como Natalia López declararon no tener ni amistad con ambos y que ni el saludo se daban.
Declararon además los señores Aristeo Vega, Secundino Padilla, Isaías Zamudio, Valeriano Castro y Cipriana Sánchez.
Concluyó la investigación y Juan Hernández fue declarado culpable de Homicidio en contra de Vidal X, pero dos días después, escapa de la prisión y huye con rumbo desconocido.

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