AGUA ENMELADA

En Noviembre 1 de 1960, el Presidente Municipal de Tamasopo envía un tímido y titubeante comunicado a la empresa azucarera de Agua Buena, debido a las continuas quejas de algunos vecinos, aquí dicha misiva:


“INGENIO DE AGUA BUENA, S.A.
AGUA BUENA, S.L.P.

Hemos visto que desde hace varios días han estado trabajando en su depósito de mieles incristalizables que tienen en este lugar y también hemos visto que están arreglando solamente el mencionado depósito y no hacen nada por que los derrames de mieles y aceite vayan ocultos hacia fuera del poblado, y eviten el mal aspecto que presenta, por ese motivo, esa parte de este poblado y los malos olores que sufren los vecinos que viven cerca de ese sitio.
En tal virtud y de una manera muy atenta los estoy invitando a que construyan una línea de drenaje hasta fuera del poblado a efecto que las mieles y aceite que se derrame fuera de los depósitos no causen las molestias consiguientes.
Reitero a ustedes nuestra atenta y distinguida consideración.

SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCIÓN
EL PRESIDENTE MUNICIPAL
MATIAS ZUÑIGA LOPEZ

EL SECRETARIO
JUAN RUIZ DIAZ”.

Obviamente que la empresa ignoró tal invitación para construir un drenaje, continuó vertiendo líquidos, desperdicios altamente contaminantes para el cauce del río, por década y media más. Aunque el oficio no tiene ningún ápice ecológico sino más bien, surgido de la inquietud por ver el canal que atraviesa con 100 metros de longitud cerca del Jardín “Rosendo G. Castro”, en un tramo lleno; en ese entonces, de sauces llorones, completamente manchado y con fuertes olores desagradables principalmente de aceites quemados, aspecto que indignaba a un sector, repito, no la contaminación al agua sino lo molesto al olfato humano cuando transitaba por ahí.

Absurdo por igual, creer que arrojar residuos de mieles al canal de agua no era tóxico pues el olor resultaba agradable. Justo es decirlo, la conciencia por el ambiente aún no despertaba, nos resultaba tan natural ver manchas de aceite sobre el río provenientes del Ingenio, tan normal encontrarnos cuerpos enormes de peces muertos debido al criminal actuar de esta industria.

Aún así, el valor del remitente al señalar al Ingenio lo que “tenían que hacer” es de considerar, pues nadie, repito, nadie, se atrevía a mencionarle al monstruo sus errores; aunque seguramente debió, posterior, haber pagado el precio de su tímido y titubeante atrevimiento.