viernes, enero 01, 2010

SOBRE LA MISIÓN DE SAN NICOLÁS DE LOS MONTES ALAQUINES


Construida con rocas de río, areniscas, comúnmente llamadas de “sarro”, la Misión de San Nicolás de los Montes Alaquines se erige imponente ante las inclemencias naturales que por más de cien años han golpeado su estructura, aunque el daño severo no lo ha causado la erosión sino la actitud humana.

Auténtico legado de la presencia Franciscana en América, este templo – misión, único en su tipo, guarda pocas similitudes con el resto de su generación; aún con el considerado hermano o gemelo, el de San Nicolás Tolentino.

En sus gruesos muros, si se observa con detenimiento, se podrán apreciar helechos, hojas y sencillas ramas petrificadas sobre el relieve de los fragmentos extraídos de los arroyos para con ellos levantar el edificio.

De igual manera, no es de sorprenderse que restos de conchas y caracoles; aún diminutos, sean parte de la argamasa sólida que cohesiona la construcción.

Estas rocas, sumamente porosas, son ligeras en comparación con otros materiales utilizados por los franciscanos en otros sitios; aunque pareciese que usaban lo que el medio les proporcionaba, en La Palma se usó madera y adobe, en Cuidad Valles además de la madera y adobe se uso gran cantidad de piedra de corte o lajas, cierto, cada templo con características propias. El de San Pedro y San Pablo Tanlacú; bellísimo.

Al observar las dimensiones del área en San Nicolás de los Montes, es cómodo suponer una organización del complejo religioso, una extensa superficie en donde existían jardines y huertas; mismas que incluían parte del arroyo que se desplaza en las cercanías.

El empaste utilizado para el revoque es una mezcla de caliza y arena suave. No hace mucho tiempo, llegó a mis oídos la versión de que a manera ritual, habían empleado leche de burra para hidratar el compuesto. No he querido desechar tal aseveración pues, por ejemplo, hemos sabido de quienes confiesan haber sido alimentados en su infancia con leche de burra, otras generaciones más recientes lo fueron con leche de vaca; claro que, sin secuelas secundarias científicamente comprobadas; solo rumores, rumores.

Irónico o no, lo curioso es que, en los tiempos en que se edifica el templo existe en San Nicolás de los Montes una por de más envidiable cantidad de ganado asnal.

Lleno de detalles, el templo en honor a San Nicolás de Bari se erige señorial, majestuoso ante los ojos de los visitantes que arriban al pueblo y lo primero que confiesan es aceptar la percepción de un ambiente añejo, una formidable sensación de andar por calles que callan un agitado pasado, el aire puro y refrescante a más de mil metros de altura junto con la flora permanente se transforman en delicia que al inhalar profundo las imágenes del paisaje se introducen en la memoria para no abandonarla jamás.

Esta misión atendía una feligresía de 855 almas en 1819, hoy en día, la población total desciende a 367.

De esa población recién iniciado el siglo XIX, 230 eran de origen español, 613 entre indios, castizos y mestizos y, 12 de origen africano. 436 hombres y 419 mujeres.

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