sábado, junio 07, 2008

ACCIDENTE DE TRÁNSITO


Era el 12 de abril de 1956, los rayos del Sol golpeaban los rostros sudorosos de los guayineros que esa tarde salían de los campos de Pasquines rumbo a Tamasopo para de ahí, perfilarse rumbo al Ingenio; punto final de las diarias odiseas que al pasmoso ritmo de los bueyes parecían interminables.
Cada viaje era diferente, distinto, con particularidades que solo ellos; los guayineros y carreteros, sabían apreciar.
Tres yuntas jalaban efusivamente dos carretas, cada carreta con su responsable y al frente de los bueyes un guía general que tenía la función de solo caminar delante de las bestias. Salieron del callejón y abordaron el camino a Pasquines, tras recorrerlo trescientos metros iniciaron a subir la ligera pendiente, en este punto, el carretero del primer vehículo punza con su larga vara en los traseros de los animales que alcanza para que no aflojen el paso, para mantener un mismo ritmo de velocidad.
Entonces, se escuchó un fuerte grito que el guía general lanzaba con agitados movimientos de sus extremidades superiores, “¡Ay, lo pisan!”.
Ambos carreteros de un salto bajan de sus respectivos vehículos, aún sin percatarse de la situación pero con la seguridad de que algo esta sucediendo, detienen como pueden, la pesada mole rodante. Fracciones de segundos, desde el grito y la acción de detener la marcha de los bueyes; sin embargo, imposible detener el cuadro que ante sus incrédulas miradas se muestra.
Un pequeño de ocho años yace en el caluroso camino, a escasos centímetros de la rueda izquierda de la última carreta, en su desnudo pecho se aprecia claramente la marca que ha dejado la circunferencia a su paso, su última mirada seguramente fue al infinito engaño celeste testigo mudo del accidente.
Un padre despierta de su profundo sueño, el cansancio físico y la temperatura en su cuerpo le han provocado constantes reproches de su patrón. Al preguntar por sus dos hijos y no encontrar respuesta de su mujer, decide salir a buscar a sus traviesos pequeños. Se perfila al jardincito principal pero no los encuentra y decide entonces, ir hasta Agua Buena ya que sabe de amistades que los niños frecuentan.
Pareciera, debido a su insistencia por encontrarlos que, ha soñado a sus hijos y un instinto o presentimiento le indican que algo no anda bien.
Con la prisa de llegada, retorna rápidamente dirigiéndose a su casa. Empezaba a obscurecer cuando se aproximó a su domicilio y no le extrañó ver a sus vecinos a las afueras, rostros tristes con miradas esquivas, profundos silencios que densan hasta el aire que se respira. Su hijo mayor le sale al encuentro solo para adelantarse a los más funestos de sus presentimientos; quizás ya soñados. “¡Papá, papá, mi hermanito está muerto!”
Las autoridades locales investigaron el caso, los carreteros detenidos y liberados posteriormente cuando el mismo padre de la víctima acepta que todo fue un accidente provocado por la misma inocencia de si hijito al no medir el peligro y pretender subir a la carreta trasera de la forma que lo hacen los carreteros, poniendo el pie izquierdo en uno de los rayos ascendentes para que, al girar lento, la inercia del giro lo eleve y pueda llegar hasta las rejas de la carreta.
Como la familia en desgracia es de condición económica precaria, todos los gastos del funeral fueron absorbidos por los carreteros y el dueño de los bueyes. Como el dolor de la madre es muy grande y considera el padre afectado que para aliviar un poco la irremediable perdida tiene que regresar a su lugar de origen, pide ayuda nuevamente a los involucrados quienes se cooperan entre ellos juntando 200 pesos, mismos que entregan al padre del niño Lorenzo Hernández Vega.

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SOLICITUD DEL “ALIANZA POPULAR”

“SOLICITUD de concesión para aprovechar en uso industrial las aguas del río Tamasopo, municipio del mismo nombre, S.L.P.   Al margen u...